El regalo
Érase una vez en un pueblo del norte de Italia, en algún año del siglo XVII una humilde y bella mujer cuyo mayor don era el de crear y tejer las más hermosas prendas de vestir.
En el mismo pueblo vivía un apuesto y rico caballero que se jactaba de tener las mejores vestiduras, traidas no sólo de los Paìses Bajos y de toda Europa sino también de la India y de otros exóticos lugares.
Cuenta la historia que esta muchacha, bastante más sencilla que el caballero, terminó por enamorarse de él y del fruto de su don y de su amor, nació un bellísimo traje que tomó días y días de intenso trabajo.
Luego de algunos días más que, dicen, necesitó para vencer su timidez, se acercó al caballero a ofrecerle su regalo, envuelto en un perfecto paquete azul con un moño blanco. El caballero apenas lo vio y se lo devolvió a la muchacha diciéndole: -Yo poseo los mejores trajes de todo el mundo... ¿qué podría ofrecerme una simple pueblerina como tú?
Se marchó sin decir nada más, dejando a la muchacha con su regalo en las manos y su corazón roto en mil pedazos. Estaba tan destruida que ni siquiera podía llorar. No se sabe con certeza qué hizo con el regalo, lo que sí sabemos es que un par de días más tarde, el cabllero en cuestión entró a un salón donde se desarrollaba una reunión de la alta sociedad y vio a un hombre que por sus gestos evidentemente no pertenecía a su nivel social, pero al que todos estaban admirando.
Pero no lo admiraban a él sino al traje que llevaba puesto, que era sencillamente extraordinario. Él mismo tuvo que admitir que era mejor que cualquier traje que hubiera en su majestuoso guardarropa. Ciego de envidia, el cabllero intentó averiguar de dónde había sacado aquel pelafustán esa hermosa prenda.
Quedó absolutamente perplejo cuando un amigo le contó: -Parece ser que una muchacha del pueblo había tejido ese traje para un caballero que lo rechazó y de alguna forma terminó en manos de este pelafustán.
En ese momento, comprendió que había cometido el peor error de su vida al rechazar ese regalo. No podía creer lo que había hecho. Jamás se había arrepentido tanto de una de sus acciones.
Salió de aquel lugar y comenzó a maldecir a todas sus otras ropas por ser sencillamente horribles al lado de ese magnífico traje. Lloró con todo el dolor del mundo por haber rechazado, de aquella muchacha, el regalo más bello que le habían hecho jamás.
Cuentan los que vieron al caballero llorando por las calles que jamás habían visto un hombre más triste que aquel. Una señora decía que hasta los dioses se hubieran conmovido al verlo llorar. Y parece que algo así ocurrió... porque en un santiamén, aquel pícaro que se había quedado con el traje quedó desnudo frente a la multitud que lo admiraba. Simplemente aquel traje no le pertenecía.
El hombre triste llegó a su casa, entró sin dar las órdenes habituales a sus criados. Se internó, mientras seguía llorando, en sus aposentos. Continuó maldiciendo aquellas ropas traidas de los países más raros por ser tan feas comparadas a un sencillo traje hecho a metros de su hogar. Con toda su furia acumulada, abrió su maldito guardarropas y lo que vio lo dejó perplejo.
El ropero estaba vacío. No había ni una sola de todas sus prendas, de todos sus trajes, de todos sus pantalones, de todos sus abrigos. Solamente había una cosa. Un perfecto paquete azul con un moño blanco.
4 comentarios
Foqui -
Giancarlo -
Por cierto, "banal" era el término correcto. Felicitaciones por tu correcto empleo del idioma.
Foqui -
Creo que es difícil encontrar una moraleja en este relato porque yo busco disfrazar las cosas que represento en mis relatos con metáforas como la del regalo, pero bueno, tampoco es imposible, hay que pensar un poquito nada más.
Por otro lado creo que se lo puede aplicar a diferentes cosas y que queda a criterio de cada uno interpretar lo que escribo.
Volviendo a este en particular, creo que muchas veces utilizamos nuestros dones en una forma banal y a la vez rechazamos aquello que tiene un valor trascendente. Lo que busca expresar el final del cuento es que somos capaces de arrepentirnos sinceramente, de reconocer nuestros errores y, a veces, de recuperar lo perdido si en verdad lo deseamos.
juglar103 -
Es tuyo?