Nos cruzamos una fría mañana de invierno. Caminábamos por la misma vereda pero en direcciones contrarias.
Mi campera azul te rozó el brazo, tu bufanda azul me rozó el cuello. Nos miramos por un instante, a pesar de la neblina que nos cubría.
Me reconociste y yo lo sé.
Yo te reconocí también, pero eso no lo sabés.
Es más, estás seguro de que no pude reconocerte... pero te equivocás una vez más: no te diste cuenta de que supe quién eras.
Por eso yo seguí con la frente alta y vos te quedaste mirando el suelo.
Esa es mi victoria: saber lo que pasó.
No entendés por qué todos nuestros amigos caminan en la misma dirección que yo.
Para conocer el motivo sólo tenés que girar 180 grados y comenzar a caminar... con la frente bien alta, con la conciencia tranquila.
2 comentarios
Foqui -
Me alegra que te haya gustado, saludos!
Brisa -
Fueron vuestras almas quien se reconocieron??
Igual hoy se me ésta llendo la olla xDDD, creo que no estoy en mi mejor momento para comentar tú bonito relato..... :( pero aún así....me ha encantado.